sábado, 13 de diciembre de 2008

El Santón del Uttarakhand - El tercer libro

Aquél, sin duda, era el lago Marbhata, pero las montañas - la cordillera de las siete espadas de Bhagirat, al pie del Himalaya - habían perdido el relieve y semejaban un decorado de fondo verdinegro. Entretanto, su ojo derecho vigilaba la jungla: un antiguo instinto reaprendido le decía que allí acechaba el peligro. Comprendió inmediatamente la novedad de su visión y recuperó las antiguas memorias de paisajes tan faltos de relieve como aquél. En algún lugar no lejano, al borde del gran río, estaría su casa: la vivienda en ruinas del Santón del Uttarakhand. Recordó, con una emoción animal a medio camino entre la añoranza y el terror, que allí había vuelto a revisar su famosa Ontología de la Transmigración, la trilogía de todo el conocimiento, compuesta por dos volúmenes que había escrito cuando aún tenía esperanza y revisado multitud de veces - la Transmigración Vertical y la Búsqueda del Nirvana mediante la Reencarnación - y un tercero, cuyo contenido conocía muy bien, pero que nunca escribiría.

Estaba meditando sobre los misterios de la Transmigración, justamente los mismos que le habían enfrentado al omnipotente Maharajá, cuando sintió otra vez el picotazo. Comprendió rápidamente que tendría que prestar más atención a sus actos y recuperó su lugar en la fila. Pero pronto se entretuvo, de nuevo, en rememorar los demasiados años en las mazmorras de la fortaleza de Bardhalí. El Maharajá le había castigado porque, según la Pirámide de Transmigración, todo maharajá se reencarna en insecto. Ese simple detalle - tan cierto como inexorable - le llevó a la prisión en donde había pasado años entre humedades, fríos, el esfuerzo por mantener la mansedumbre y pesadillas abrumadas por la venganza y el sueño recurrente de reencarnarse en tigre. Ahora comprendía que nunca había salido de la prisión... por lo que sólo restaba una explicación obvia.

Al anochecer, mientras le crecía de nuevo la ansiedad por convertirse en tigre, ocurrió lo inevitable: vio claramente a la fiera con su ojo derecho y escuchó los graznidos y el revoloteo aterrorizado del resto de patos entre los juncos. Pero no se agitó ni siquiera al sentir - con la indiferencia de quien ya ha muerto infinitas veces - los colmillos en su cuello de plumón. Cuando retornó su consciencia comprendió por qué el paisaje verdinegro de las montañas había recuperado su relieve y lo que quiso ser un exhilarante grito del Santón del Uttarakhand resonó como el rugido del tigre. ¡Ah! ahora, finalmente, era el tigre; un tigre con una sed de venganza tan urgente y tan incontrolable como inmenso es todo el Himalaya.

Tres días más tarde perecía bajo las lanzas de los guardianes del palacio. Pero nada importaba porque en aquel mismo instante el, hasta entonces todopoderoso, Maharajá revoloteaba asustado entre los magnolios. El Santón del Uttarakhand se habría inclinado por el perdón, pero el tigre, que entonces era, eligió la venganza. Mientras volvía a morir pensó cuán irónico era que justa e inevitablemente el tigre - y nada sino el tigre - renace Maharajá. Eso ordenaba la Ontología de la Transmigración que nadie sino él había escrito y revisado a lo largo de su circular existencia, con el conocimiento de tantas reencarnaciones como poblaciones tiene el Uttarakhand, porque él era uno de los pocos seres condenados a no alcanzar nunca el nirvana y sufriría - hasta que incluso el tiempo sucumbiera - una maldición aún más intolerable que debería figurar en el tercer libro de la trilogía. Pero aquel libro nunca sería escrito, ni siquiera cuando, al cabo de diez mil lunas, él volviera irremediablemente a ser Santón al borde del gran río, porque el título del tercer libro no hubiera podido ser otro que el nombre de su propio terror: la Persistencia de la Identidad más allá de la Muerte.

Continuará...

Tino Rodríguez
12-Dec-08

Nota: En general, las aves tienen una visión tridimensional muy limitada porque sus ojos están dirigidos hacia ambos lados de la cabeza.

1 comentario:

Ana Maria Julio dijo...

¡Saludos!
Soy la señora Julio Matus Guzmán, nacida en noviembre de 1952 en Alicante, propietaria de una empresa comercial, actualmente en cuidados intensivos por enfermedad.
Perdí a mi marido, con el que no tuve la oportunidad de tener un hijo, durante la crisis de Covid-19.
Tengo un tumor cerebral y, según los exámenes médicos, esta enfermedad acabará con mi supervivencia.
Mi padre religioso y guía espiritual me recomienda regalar mi herencia para obtener el favor divino.
Me gustaría donar la suma de 332.000 euros para cuidar mi herencia y adoptar a mi cariñosa gatita Mila en una familia.
Esperando que mi nota le sea útil, y esperando su respuesta, escríbame a mi dirección de correo electrónico que figura más abajo para mantener una conversación franca y honesta con el fin de saber más sobre esta donación.
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Gracias.